
El juego de luces, las melodías armonizadas en tonos menores y los compases lentos nos entregan a un mundo sombrío y a la vez esperanzador, ese momento en el que todos queremos ser parte de algo pero que al mismo tiempo nos arrancan de alguien con quien queremos estar. Tenemos esa voz lenta, gruesa y a la vez susurrante que nos dice que todo está perdido y que no esperemos nada a cambio, los movimientos corporales van de lado a lado, los ojos entreabiertos que enfocan a la figura central que preside el acto, todas las miradas e ilusiones se funden en una sola persona, se ve lejos e inalcanzable, con el pelo enmarañado y labios rojos; Robert Smith.
Robert Smith nos lleva por el camino de la introspección y de la melancolía, nos entrega a lo mas profundo y nos deja ahí por un buen rato, vuelve para sacarnos y nos lleva a la superficie de nuevo, nos deja donde nunca debimos de haber partido.
Con “Friday I´m In Love”, “Lovecats”, “Why I Can´t be You”, “High”, “Boys Don´t Cry”, etc. The Cure nos lleva por otros senderos; el del día soleado con aire frío, el de la emoción de ver a alguien y poderlo abrazar, el momento en el que todo parece que está bién y que así se va a quedar. El baile de osito de Robert Smith es algo que todo mundo que lo haya visto tiene en mente, el ritmo funky de “Lovecats” es efectivo en cualquier reunión o encuentro con alguien especial, por eso es que The Cure se acerca a tanta gente, por su eclecticismo y porque nunca pierde el estilo con el cual fue concebido.
The Cure tiene la habilidad de entristecerte en domingos soleados y de alegrarte en noches lluviosas, es lo mejor para las noches de insomnio y para las tardes de Octubre en compañía de la pareja.
Los conciertos en el Palacio de los Deportes fueron una amalgama de emociones, fueron tres horas de intensa música y de potencia en los colores de la gente. Así imagino que The Cure toca en vivo, así es como creo que Robert Smith se sube al escenario y maneja al público, después de todo, no tuve la fortuna de asistir, solo me queda seguir imaginando y escuchar el “Disintigration” mientras escribo.
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