viernes, septiembre 15, 2006

LAS FLORES DEL MAL


La poesía no solo es cursilería barata que se encuentra en tarjetas de felicitación, también es la expresión de sentimientos e ideas, aunque esas ideas, incluyan el odio, la depresión y los problemas mentales, así lo demuestra uno de los grandes maestros franceses de la literatura del siglo XIX, Charles Baudelaire. Lo que se exalta en esta colección de poemas, es la visión de la humanidad desde los lentes del drogado, (el que lo hace para ganarse la sabiduría, no para estupidizarse). Además de que nos hace observar a las personas y darnos cuenta de lo incoherente que son las relaciones humanas.
Nos abre los ojos, y nos hace ver a la mujer como algo más que un objeto, al que le decimos cosas bonitas para impresionarla.
Nos enseña a obsesionarla, a desearla, a hacerle el amor con todas las neuronas de nuestro cerebro (incluyendo las muertas).
A ver al vino no como causante de desgracias, sino como inspirador de sueños, y dador de estupor, a disfrutarlo con los camaradas, y no a lamerlo como los gatos a su pelaje.
A cuestionar a cristo, no por rebeldes sin razón, sino para interpretar la Biblia como debe de ser, como lo debimos de haber hecho desde antes que existiera el vaticano.
Y tambien a saber respetar lo que la vida nos depara, desde la magia de las emociones, hasta lo solemne de la muerte, para aceptar los elementos de la vida, comola naturaleza majestuosa, y lo encantador de los animales.
Lo mejor de saber leer, es que el libro se te queda en la cabeza, se te impregna y lo tienes en tu cabecera, cual reloj al que no soltamos para no perdernos.
Leer a Baudelaire, es ver la otra cara de la vida, esa que no se tienta el corazón, esa que te da una bofetada y te dice que para llegar mas alto, hay que mirar primero hacia adentro. Este libro es un clásico, y debería de ser básico (como cultura), para todo aquel que diga estar en educación superior, mas allá de que le guste o no. Tal vez no se entienda a primera vista, pero, para eso es, para leerlo una y otra vez y hacerlo propio, para que una copa sea motivo de tertulia, para que la simple imagen de “una que pasa” sea el origen de la obsesión.
Leerlo y entenderlo, no hay mas, si no llega a gustar, no importa, mientras se entienda. No rechazarlo hasta exprimirlo, como a la botella y las personas.

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